jueves, 14 de julio de 2011

La especialización en el bachillerato. Parte dos: La Mercantilización de la Educación. Por: Aylen Díaz García

La separación entre humanidades y ciencias en bachillerato implica una decisión basada fundamentalmente en la mercantilización de la educación.

La sociedad capitalista en la que vivimos, pragmática en cada uno de sus aspectos, necesitada de producción en masa e innovación constante para continuar funcionando tal cual, requiere además de técnicos e intelectuales que hagan funcionar y garanticen la operatividad del sistema a través de su aporte en conocimiento o en funcionamiento. En este sentido la educación funciona como una parte del aparato económico, forma y profesionaliza para estos fines. Evidentemente en una sociedad así el estudio de lo humano, de las artes, la pedagogía, la filosofía, en fin de lo social resulta muy prescindible.

El bachillerato enfrenta al joven estudiante a esta realidad que manipula sus aspiraciones más sentidas y profundas y prácticamente lo obliga a orientarse hacia lo técnico y lo científico natural o exacto. Todo esto bajo la coacción que implica el deseo evidente del estudiante de acceder a una calidad de vida mejor y a bienes de consumo que también forman parte del mismo aparato mercantil.

Es entonces esta la mayor motivación que tiene un joven al momento de seleccionar la ciencia como la especialización predilecta para su bachillerato, más allá de su propia voluntad en algunos casos.

Esta mercantilización se extiende y de hecho se intensifica en la Universidad. No es casual que carreras como las de ingeniería, la computación o la medicina sean las más demandadas en la búsqueda de un pregrado, tampoco es casual que carreras como filosofía, letras o sociología tengan una demanda tan baja. Ejemplo de esta dicotomía académica sujeta a lo mercantil es aquella pregunta tan frecuente que surge cuando se decide estudiar una carrera social o humanística “¿para qué sirve eso? ¿En qué vas a trabajar cuando te gradúes de eso?” y demás por el estilo, porque además esta popularización de lo técnico-científico se extiende hasta el imaginario colectivo que ha aprehendido que estudiar es sinónimo de ganar más, y en función de ello siempre procurará estar mucho más próximo a carreras que se orienten de esta forma, lo que a su ves se traducirá en que los padres y madres “hagan entender” a sus hijos que le estudiar ciencias es la verdadera opción.

Es trágica esta lógica mercantil que tan profundamente ha penetrado en el sentido de la educación, que en lugar de liberar oprime y en lugar de abrir posibilidades las cierra.

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