jueves, 14 de julio de 2011

La Escuela, El Texto Escolar y La Igualdad De Género. Parte 3. LO FEMENINO. Por: Br. Ruiz, María y Br. Valdéz, Andrea


Lo femenino

Investigaciones acerca del género dentro de la educación no habían sido muchas sino hasta hace un par de décadas, cuando algunas investigadoras se propusieron demostrar que dentro de las aulas de clases no sólo existen niños sino también niñas.

 La discriminación o invisibilización de la mujer en el sistema educativo no responde a un hecho peculiar o anecdótico, viene de un nivel superior pues en el orden social en que vivimos, de carácter patriarcal, hacer menos u obviar al sexo femenino es la “regla”. Hasta hace poco la visión de la mujer estaba referida a meramente labores domésticas, cuidado del hogar, hacerse responsable casi en su totalidad de las demandas de los hijos y en su totalidad a la atención del esposo. Desde la infancia se van fomentando determinados valores, el primer juguete que es dado a una niña es una muñeca, la cual ésta cuida de manera ferviente, esto que significa que en el futuro tendremos que desempeñarnos como madres, no negamos el hecho de que ser madre constituya una de las maravillas de ser mujer, ya que somos dadoras de vida, a lo que nos oponemos es que tal hecho –ser madre- responda a una exigencia social, que debe ser cumplida además en determinado tiempo, ya vemos pues algunas mujeres preocupadas porque a los 28 o treinta y tantos años no han sido madres o si a esa edad aun no se han casado y si lo están surgen las presiones familiares exigiendo un nuevo miembro de la familia, como si la unión de aquellos dos seres cumpla una simple función biológica, de preservación y continuación de la especie.

Ahora bien las desigualdades no existen sólo en términos de relaciones sino también en los distintos ámbitos de la vida, como el laboral, desde que la mujer incursionó en el mercado de trabajo han habido cambios y luchas. Como afirma Torres,

En aquellos momentos de la historia en los que la mujer sale de casa para trabajar, se ve obligada a ocupar los lugares que el hombre decide abandonar o donde éste, como tal, ya no es tan necesario. Esta feminización de un puesto de trabajo suele ir acompañada, en casi todas las ocasiones, de una minusvaloración y de la consiguiente «rebaja» económica en el salario que se tiene derecho a percibir.


Entonces las primeras ofertas de trabajo para la mujer fueron en aquellos puestos que no requerían mayor destreza o complejidad y que no recibían mayor remuneración económica. Desde siempre se ha considerado que el hombre es el ser proveedor del sustento del hogar y la importancia del trabajo de la mujer ha quedado en un segundo plano.

Así pues las instituciones de educación se encargan de reproducir y perpetuar esta carga desigual de roles que “deben” desempeñar hombres y mujeres, pero no de manera explícita entre las dimensiones de sus funciones sino de forma desapercibida para la mayoría, respecto a esto, se puede entender un poco más con lo planteado por Torres, sobre el currículo oculto:

(..) que se planifica, se desarrolla y se evalúa sin llegar a hacerse explícito en ningún momento en la mente e intenciones del profesorado ni, por supuesto, tener el asentimiento del alumnado o de sus familias. Funciona de una manera implícita a través de los contenidos culturales, las rutinas, interacciones y tareas escolares. No es fruto de una planificación «conspirativa» del colectivo docente. Pero lo que es importante señalar es que da como resultado una reproducción de las principales dimensiones y peculiaridades de la esfera económica de la sociedad[1]

Esto quiere decir que se transmiten determinados valores de manera intrínseca con los contenidos programáticos de las materias que son impartidos por los profesores y profesoras, estos responden a su vez, a las exigencias y demandas que se desenvuelven en la sociedad en general y que son avalados por las esferas de lo social desde el Estado hasta la familia.

   Por ello cuando las mujeres tienden a desarrollarse de manera eficaz en labores tildadas de femeninas como secretaria, enfermera, maestra, entre otras, no es debido a una condición innata que las “aventaja” de los hombres en el ejercicio de estas funciones sino que a lo largo de toda su vida se han visto enfrentadas a una serie de estímulos que condicionan su accionar, y estos estímulos vienen dados desde la familia, la escuela, los amigos, etc. Torres en su obra sobre el currículo oculto hace mención  a determinadas investigaciones etnográficas entre grupos de estudiantes de sexo femenino que con el tiempo desempeñaban labores de secretariado, en el extracto de una aquellas investigaciones se afirma:

[…] estas alumnas por lo general llegaban a ser secretarias eficientes. La razón principal por la que luego en sus puestos de trabajo eran buenas secretarias no se debía a que ellas hubiesen interiorizado las expectativas de las jerarquías superiores o los mensajes de la institución escolar, sino que los móviles fundamentales estaban localizados en el seno de su propia cultura personal y de grupo.


La concepción que se podría construir hoy día sobre las instituciones educación y la división de los sexos, estaría basada en una separación desigual de los roles entre hombre y mujer y a su vez en la división del trabajo, jerarquizando y proponiendo de antemano determinadas ocupaciones para uno y otro.

Por tanto, creemos que la exaltación de otra serie de valores como el respeto, la tolerancia, la igualdad, la solidaridad, la sensibilidad, deben ser la punta de lanza en la actualidad de las instituciones que imparten educación, para así no crear distinciones discriminatorias de ninguna índole entre los ciudadanos y las ciudadanas.  Por ello es relevante y oportuno el planteamiento de Torres:

Las instituciones escolares pueden y deben favorecer el desarrollo de capacidades y destrezas en las alumnas y alumnos, proporcionarles aquellos contenidos culturales necesarios para reconocer y analizar las situaciones en las que se encuentren y, de esta manera, evitar y transformar las situaciones injustas en las que, tanto individual como colectivamente, se vean envueltos.


[1] Torres, Op. cit.

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